Publicado en El Comercio, 27 Feb. 2012
Hasta el momento, ¿cuánto ha gastado en la campaña escolar de sus hijos? Si no desea llevarse una fea sorpresa, le comentamos que en el 2011 los limeños gastaron S/.940 en promedio durante estas fechas.
Según una encuesta de Global Reseach Marketing (GRM), el 46% de los consultados dijeron que habían gastado más que en el 2010, el 48% invirtió lo mismo y solo el 6% desembolsó menos dinero.
Hugo Cornejo, director de Estudios Cuantitativos de GRM, explica que los mayores incrementos los sintieron los padres del nivel socioeconómico D, quienes gastaron 51% más en el 2011. (Vea AQUÍ los resultados)
Pero, ¿de dónde sacaron este dinero? El 47% del total de encuestados señaló que de sus ingresos mensuales.
Pese al avance del canal moderno, el Mercado Central sigue siendo uno de los puntos de venta más frecuentados por los padres.
Cornejo explica que para los consumidores este sigue siendo un referente de precios bajos y variedad de productos.
CUESTIÓN DE MARCA
Dentro de todos los gastos que los padres hacen en la campaña escolar, el de libros es el más fuerte. El 54% lo considera un producto caro.
Quizá por ello es que el 57% ha considerado que sus hijos utilicen libros que no sean nuevos.
Los padres señalaron que tenían marcas preferidas de cuadernos y lapiceros. ¿Quiénes son los favoritos? Standford y Faber-Castell, respectivamente.
En zapatos, Bata tiene el 76% de las preferencias, mientras que en zapatillas esta marca se disputa el primer puesto con Adidas.
Para el 94% de los encuestados, su marca favorita de uniformes es Polystel. En mochilas el 48% prefiere Porta.
Cornejo cree que esto refleja que el nivel de recordación contribuye a que las marcas tradicionales sigan siendo las líderes de las preferencias.
(Ver fuente original)
26 feb 2012
23 feb 2012
Chile: Librerías concentran hasta el 67% de ofertas por útiles escolares
Diferencias de hasta un 99,5% en la compra de un cuaderno y cobros de un 180% más en la adquisición de un sacapuntas. Esas son algunas de las conclusiones a las que llegó el último estudio del Servicio Nacional del Consumidor (Sernac), respecto a los útiles escolares. El estudio se da a conocer a poco más de una semana del inicio oficial de clases, planificado para el 5 de marzo, con la intención de que los padres conozcan las opciones más económicas para adquirir los materiales solicitados en las listas escolares.
"Nadie puede decir que es el más barato de todos. Vale la pena cotizar", insistió Juan Antonio Peribonio, director nacional del Sernac, destacando que en la página web, sernac.cl, los apoderados podrán acceder al listado que permite conocer el precio de 235 productos, cotizados en 15 establecimientos comerciales de Santiago, entre librerías, supermercados y multitiendas.
A la hora de buscar el mayor número de productos económicos, las librerías lideran la oferta ante los supermercados. De 102 productos comparados, 63 eran más baratos en las librerías, correspondiente al 61,7 por ciento.
La medición también indicó que la mayor diferencia en el ítem cuadernos se dio en el ejemplar de 100 hojas, matemáticas, marca Rhein, modelo ADN1. En Dimeiggs el costo era de 649 pesos, mientras que el mismo ejemplar alcanzaba los 1.295 pesos en un supermercado Unimarc.
En la búsqueda de los precios más económicos, las llamadas marcas propias no resultaron ser garantía de ahorro. La comparación de 28 productos arrojó que el 46,4 por ciento de los que correspondían a marcas propias eran más caros que los tradicionales y en el 14,3 por ciento no hubo diferencia de precios.
Y al realizar el ejercicio de armar una lista de 38 productos, buscando las opciones más baratas para niños de Quinto a Octavo básico, las diferencias podían llegar a 18.905 pesos, equivalente un 83,47 por ciento más caro. "Con ese dinero prácticamente se pueden comprar útiles para dos niños. Vale la pena que entre varias familias se coordinen y comprar los productos al por mayor", recomendó el director de Sernac.
Prohibición de exigir marcas
El ministro de Educación, Harald Beyer, recalcó que los colegios no pueden obligar a consumir productos de ciertas marcas y que no existe justificación. "La educación no pasa por marcas, sino por las ganas de aprender", dijo, agregando que acogerán todos los reclamos que los apoderados hagan saber en este sentido. Esto, pues han conocido de casos de bullying en colegios, donde los compañeros se burlan de quienes no compraron las marcas solicitadas. Aun así, Beyer dijo que los reclamos al respecto han disminuido en un 20 por ciento desde el año 2010.
Sin embargo, y en conjunto con el director del Sernac, las denuncias han sido remitidas a la Fiscalía Nacional Económica. "Desde el año pasado estamos entregando los antecedentes de este estudio, no solamente relacionados con útiles, también de uniformes escolares, con el propósito que se investiguen todos los mercados relacionados con los productos que se adquieren en marzo", dijo Peribonio.
Semana peak de ventas
Aunque muchos padres han decidido adelantar sus compras escolares en enero, entre la última semana de febrero y la primera de marzo es cuando se produce el verdadero peak de venta de útiles escolares y uniformes. Es más, en este período las empresas del rubro pueden llegar a ganar hasta un 40 por ciento de los ingresos del primer trimestre.
"En el área de los materiales de estudio, librerías como Lápiz López esperan un crecimiento de un 10 por ciento para esta temporada y han trabajado sobre el concepto de ahorrar parte del trabajo a los apoderados. En esta librería ofrecen la "Caja Lista", donde los apoderados pueden llevar el listado pedido por el colegio y recoger la compra una hora más tarde, sin recargo en el precio.
En Libesa, fabricante de marcas como Proarte e Isofit, mencionan que para esta temporada esperan alcanzar un incremento en sus ventas de un 20 por ciento para el trimestre, y comentan que "hoy las listas escolares han ido incrementado la participación de artículos nuevos para los alumno; sin embargo, los más solicitados son los cuadernos, pegamentos, estuches, de papeles y lápices".
En el rubro, la oferta es cada vez más amplia, donde la moda se ha tomado los diferentes artículos de la temporada escolar. "Los niños están cada vez más conscientes de la moda, de las tendencias, se dan cuenta que la ropa es una forma de expresar su identidad", señalan en Jumbo. Miguel Mattar, gerente comercial de Maui, agrega que se ha hecho un imperativo que "las colecciones escolares tienen que ir a la vanguardia de la misma colección de verano invierno".
(Ver fuente Original)
"Nadie puede decir que es el más barato de todos. Vale la pena cotizar", insistió Juan Antonio Peribonio, director nacional del Sernac, destacando que en la página web, sernac.cl, los apoderados podrán acceder al listado que permite conocer el precio de 235 productos, cotizados en 15 establecimientos comerciales de Santiago, entre librerías, supermercados y multitiendas.
A la hora de buscar el mayor número de productos económicos, las librerías lideran la oferta ante los supermercados. De 102 productos comparados, 63 eran más baratos en las librerías, correspondiente al 61,7 por ciento.
La medición también indicó que la mayor diferencia en el ítem cuadernos se dio en el ejemplar de 100 hojas, matemáticas, marca Rhein, modelo ADN1. En Dimeiggs el costo era de 649 pesos, mientras que el mismo ejemplar alcanzaba los 1.295 pesos en un supermercado Unimarc.
En la búsqueda de los precios más económicos, las llamadas marcas propias no resultaron ser garantía de ahorro. La comparación de 28 productos arrojó que el 46,4 por ciento de los que correspondían a marcas propias eran más caros que los tradicionales y en el 14,3 por ciento no hubo diferencia de precios.
Y al realizar el ejercicio de armar una lista de 38 productos, buscando las opciones más baratas para niños de Quinto a Octavo básico, las diferencias podían llegar a 18.905 pesos, equivalente un 83,47 por ciento más caro. "Con ese dinero prácticamente se pueden comprar útiles para dos niños. Vale la pena que entre varias familias se coordinen y comprar los productos al por mayor", recomendó el director de Sernac.
Prohibición de exigir marcas
El ministro de Educación, Harald Beyer, recalcó que los colegios no pueden obligar a consumir productos de ciertas marcas y que no existe justificación. "La educación no pasa por marcas, sino por las ganas de aprender", dijo, agregando que acogerán todos los reclamos que los apoderados hagan saber en este sentido. Esto, pues han conocido de casos de bullying en colegios, donde los compañeros se burlan de quienes no compraron las marcas solicitadas. Aun así, Beyer dijo que los reclamos al respecto han disminuido en un 20 por ciento desde el año 2010.
Sin embargo, y en conjunto con el director del Sernac, las denuncias han sido remitidas a la Fiscalía Nacional Económica. "Desde el año pasado estamos entregando los antecedentes de este estudio, no solamente relacionados con útiles, también de uniformes escolares, con el propósito que se investiguen todos los mercados relacionados con los productos que se adquieren en marzo", dijo Peribonio.
Semana peak de ventas
Aunque muchos padres han decidido adelantar sus compras escolares en enero, entre la última semana de febrero y la primera de marzo es cuando se produce el verdadero peak de venta de útiles escolares y uniformes. Es más, en este período las empresas del rubro pueden llegar a ganar hasta un 40 por ciento de los ingresos del primer trimestre.
"En el área de los materiales de estudio, librerías como Lápiz López esperan un crecimiento de un 10 por ciento para esta temporada y han trabajado sobre el concepto de ahorrar parte del trabajo a los apoderados. En esta librería ofrecen la "Caja Lista", donde los apoderados pueden llevar el listado pedido por el colegio y recoger la compra una hora más tarde, sin recargo en el precio.
En Libesa, fabricante de marcas como Proarte e Isofit, mencionan que para esta temporada esperan alcanzar un incremento en sus ventas de un 20 por ciento para el trimestre, y comentan que "hoy las listas escolares han ido incrementado la participación de artículos nuevos para los alumno; sin embargo, los más solicitados son los cuadernos, pegamentos, estuches, de papeles y lápices".
En el rubro, la oferta es cada vez más amplia, donde la moda se ha tomado los diferentes artículos de la temporada escolar. "Los niños están cada vez más conscientes de la moda, de las tendencias, se dan cuenta que la ropa es una forma de expresar su identidad", señalan en Jumbo. Miguel Mattar, gerente comercial de Maui, agrega que se ha hecho un imperativo que "las colecciones escolares tienen que ir a la vanguardia de la misma colección de verano invierno".
(Ver fuente Original)
18 feb 2012
Perú: Dónde y Cuándo Comprar la Lista Escolar
En el Perú, los meses de febrero y marzo están muy identificados con la temporada escolar. Las clases se inician formalmente el primero de marzo, y la gran mayoria de colegios ya han entregado la lista escolar.
Para esta temporada escolar se estima que más de ocho millones de alumnos comenzaran sus estudios entre los tres niveles: Inicial (18,1%), Primaria (48,6%) y Secundaria (33,3%).
Una de las preguntas que se hacen los padres de familia es DÓNDE y CUÁNDO comprar la lista escolar de sus hijos. A continuación le damos algunos datos para tomar en cuenta:
Las semanas de compra de útiles por parte de los padres de familias se concentra entre la última semana de febrero y la primera de marzo. En esas dos semanas se siente la fuerza de la temporada escolar, viendose mucho movimiento comercial en los principales canales de venta minorita:
Respecto a su lugar de compra tenga en cuenta lo siguiente:
- En las ferias escolares puede encontrar buenos precios y marcas económicas, pero para aprovechar bien este canal debe conocer de calidades y de precios, de lo contrario puede llevarse más de una sorpresa.
- En las grandes cadenas de autoservicios generalmente los precios de etiquetas son altos, lo ventajoso son sus promociones y descuentos por compra con tarjeta. Pero alli surge otro problema, pues podemos comprar más de la cuenta sin sentirlo, y al final por el plazo y los altos intereses terminar pagando mucho más.
- En las librerias tradicionales podemos encontrar personal especializado, con buen conocimiento de los productos, y ademas recibir un trato personalizado y precios estables, son una buena alternativa.
Para esta temporada escolar se estima que más de ocho millones de alumnos comenzaran sus estudios entre los tres niveles: Inicial (18,1%), Primaria (48,6%) y Secundaria (33,3%).
Una de las preguntas que se hacen los padres de familia es DÓNDE y CUÁNDO comprar la lista escolar de sus hijos. A continuación le damos algunos datos para tomar en cuenta:
Las semanas de compra de útiles por parte de los padres de familias se concentra entre la última semana de febrero y la primera de marzo. En esas dos semanas se siente la fuerza de la temporada escolar, viendose mucho movimiento comercial en los principales canales de venta minorita:
Respecto a su lugar de compra tenga en cuenta lo siguiente:
- En las ferias escolares puede encontrar buenos precios y marcas económicas, pero para aprovechar bien este canal debe conocer de calidades y de precios, de lo contrario puede llevarse más de una sorpresa.
- En las grandes cadenas de autoservicios generalmente los precios de etiquetas son altos, lo ventajoso son sus promociones y descuentos por compra con tarjeta. Pero alli surge otro problema, pues podemos comprar más de la cuenta sin sentirlo, y al final por el plazo y los altos intereses terminar pagando mucho más.
- En las librerias tradicionales podemos encontrar personal especializado, con buen conocimiento de los productos, y ademas recibir un trato personalizado y precios estables, son una buena alternativa.
12 feb 2012
E-Books y libros de papel: Un divorcio de común acuerdo
En mayo de 2011 el CEO de Amazon anunció que por primera vez la cantidad de e-books vendidos había superado la de libros en papel. Si bien Amazon es líder en la venta de libros virtuales, la conclusión obvia es que el e-book ha llegado para quedarse. Pero ¿hay posibilidades de volver a anunciar la muerte del libro sin sonrojarse?
El e-book
La letra “e” seguida de un guión suele indicar que estamos ante algo ya conocido pero en versión electrónica, por eso “e-book” se traduce como libro electrónico. En tanto que cuando está en papel alcanza con decir “libro” para referirse tanto al contenido como al soporte, en el caso del e-book es necesario diferenciar el texto digitalizado del dispositivo para leerlo. Los primeros textos electrónicos nacieron en realidad junto con la era digital, en tanto que los primeros dispositivos de lectura específicos para ese tipo de textos son de 1998, aunque recién en la década siguiente consiguieron cierta masividad.
Es más, desde principios del milenio el mercado recibe distintas versiones de dispositivos de lectura que cambian casi a la velocidad de los celulares. Cabe aclarar que no son lo mismo que las “tablas” o “pads”, por ejemplo, por varias razones: la más evidente es que los e-books, si bien tienen a veces otras funciones (incluso navegadores), están pensados sólo para leer y no sirven prácticamente para otra cosa. Además, a diferencia de las tablas mencionadas, la pantalla no cuenta con luz propia: es decir, que no sirven en la oscuridad. La ventaja de esta carencia es que no cansa la vista y que se parece más a los libros clásicos.
Pero probablemente lo más interesante de los libros electrónicos es que se sacan de encima el problema de la materialidad y permiten al lector gozar de las maravillas de la virtualidad. Es decir que se pueden aprovechar los libros casi infinitos disponibles en la red de redes, el hipertexto, se puede prestar libros sin perderlos… Y el impacto que tendría una utilización masiva de este sistema es enorme, sobre todo por el ahorro que permite que los libros circulen por fibra óptica en lugar de depender de que se talen árboles para hacer papel, se transporten hasta las librerías y, para peor, se impriman miles de ejemplares que nunca se hojearán. Liberada de su lastre material, la información circula más rápido, más barato y en cantidades. De alguna manera parecería que el e-book está condenado al éxito…
Nostalgia del libro
En una nota reciente de Pablo Capanna en este suplemento (”Escribir en el aire”, 5/11/11) se explicaba cómo numerosos soportes para transportar información se volvían obsoletos tan rápido que a veces resulta imposible recuperar la información que había en ellos, como ya ocurre con los disquettes de 5 1/4, las cintas magnéticas, etcétera. Mientras tanto, libros de más de dos mil años de antigüedad siguen listos para ser leídos (si se llega a ellos, claro). Digamos que la propia velocidad con la que evoluciona la tecnología atenta contra la supervivencia de ciertos contenidos. ¿Qué pasará en 20 años con las novelas que hoy sólo tienen existencia digital? La tendencia parecería ser a que desaparezcan, a menos que se logre rescatar alguna copia de un servidor perdido. Es que los nuevos sistemas se basan en la redundancia, la copia ilimitada de la información, pero esto se combina, como se dijo, con lo efímero de los soportes. Frente a esto se podría sostener que los escritos que valen la pena sobrevivirán porque mientras alguien se interese por ellos, quedará alguna copia.
Otro argumento es mucho más subjetivo y difícil de sostener frente a quienes no lo comparten: el placer que provoca el libro al tacto, el olfato y la vista es inigualable. El fenómeno es conocido: los fetichistas del CD los compran por millones pese a que pueden descargar su música por Internet. Es decir que el libro podría volverse un objeto de culto similar para algunas piezas elegidas, pero no un objeto eminentemente funcional para transportar información.
Matar o morir
Mientras tanto las grandes empresas pelean porque su lector de libros electrónicos sea el que gane en los primeros metros de la carrera con la promesa de disfrutar por el resto de la eternidad… que cada vez dura menos. Los distintos dispositivos manejan formatos específicos en un intento de las compañías de secuestrar a su clientela, algo que parece tan egoísta como anticuado. El fenómeno se llama e-babel, porque cada uno lee un formato distinto, por ejemplo el .azw de Amazon o el .lit de Microsoft, entre muchos otros. Estos formatos son propietarios, es decir que hay que pagar una licencia a las empresas para usarlo. Es por eso que, como viene ocurriendo en el mundo de los celulares, la tendencia es que triunfen sistemas libres (como el .epub para los libros digitales) que cualquiera puede usar sin pagar nada y por lo tanto todos los dispositivos tendrán que leerlos o perecer.
Como se decía al comienzo, los e-books (los textos, no los dispositivos que permiten leerlos) comienzan a venderse más que los libros físicos, pero esto no impide que la venta de estos últimos siga creciendo: parece haber lugar para todos. Si bien las perspectivas de que los dispositivos de lectura para e-books sean el soporte elegido para transportar la mayor parte del brutal aumento de la información que circula (si no son desplazados por las tabletas u otra novedad, claro), sería presuntuoso anunciar, una vez más, la muerte del libro, probablemente el más simple y duradero de la historia de la humanidad.
Escribir en el aire (Por Pablo Capanna)
A pesar de pertenecer a una generación que compraba y leía libros, nunca me dio por ser bibliófilo ni coleccionista. Esas actividades requieren algo de dinero y una debilidad por los aspectos físicos del libro, que en algunos casos hasta puede derivar en cierto desprecio por su contenido. En mi caso, siempre ocurrió lo contrario. La única vez que pasé por una editorial especializada en textos escolares me enteré de que había sido rotulado como “productor de contenidos”. Nunca me enteré de qué nombre recibían quienes se ocupaban de los “envases”, pero me dieron a entender que su tarea era mucho más importante que cualquier “contenido”, para hacer que el producto fuera más atractivo.
Sin desmerecer todo eso que hace más agradable la lectura, desde la tipografía hasta la encuadernación, siempre consideré que los libros valían ante todo por las ideas o los sentimientos que eran capaces de transmitir, aunque estuvieran impresos en papel de diario.
Con todo, y sin habérmelo propuesto, el hecho de haber vivido mucho y siempre con poca plata para comprar buenas ediciones, me llevó a frecuentar las librerías de viejo. De ese modo, y sin proponérmelo, llegué a tener en mi biblioteca algunos ejemplares que tienen casi un siglo de vida.
El más viejo es un Rousseau en italiano que ha cumplido más de cien años. También tengo un Wells, un Pascal y algunos otros que ya son más que nonagenarios. Todos están muy legibles, y se diría que han resistido heroicamente el paso del tiempo. En cambio, en los últimos tiempos he tenido que deshacerme de libros que tenían apenas treinta años, a medida que sus hojas se iban oscureciendo y resquebrajando.
Estas diferencias dependen de la tecnología que en cada caso se utilizó para fabricar el papel. Desde que los chinos lo inventaron, hasta mediados del siglo XIX el papel se hacía exclusivamente reciclando trapos, pero en un momento se comenzó a producir con pulpa de papel y crecientes dosis de ácido clorhídrico, que lo hacían perecedero a plazo fijo. Aunque las pasteras juren que no contaminan el río, el papel pulp nace contaminado y tiene una breve expectativa de vida. Hasta se diría que en las últimas décadas ésta se ha acortado.
Si alguien se propusiera darnos una respuesta optimista a esta cuestión, podría hablar del fin del papel como soporte de la escritura. Seguramente alabaría la llegada de la era digital, que permitirá almacenar definitivamente la información en soportes duraderos: Digital is forever! Pero, ¿estamos seguros de que podrá almacenarla definitivamente, en un material más duradero que el papel?
DE LA ARCILLA AL SILICIO
Hace unos mil años, el rey Guillermo, dispuesto a consolidar la conquista normanda de Inglaterra, mandó hacer un censo de todas las propiedades sujetas a impuestos. Cuando la completó, la DGI normanda le puso por título El Libro del Juicio Final (Doomsday Book), quizá para amedrentar a los eventuales evasores.
En 1986, al cumplirse novecientos años del Doomsday Book, la BBC se propuso reeditar aquel emprendimiento cuando auspició un proyecto en el cual participaron cerca de un millón de colaboradores. Para la ocasión, emplearon los recursos más avanzados, como fotos digitales, videos y mapas interactivos.
Pasaron veinte años más, y el libro que mandó hacer Guillermo el Conquistador en pergamino aún puede ser consultado por los historiadores, pero quedan muy pocas PC de las que se usaban en 1986. Para ser legible, el censo más reciente tuvo que ser transferido a un nuevo formato, y probablemente habrá que seguir convirtiéndolo cada tanto, porque no existe ningún formato definitivo, y los programas de lectura también evolucionan.
Con el censo que en 1960 el gobierno de los Estados Unidos había mandado grabar en cinta magnética ocurrió algo parecido: para 1975 ya no había sistemas que permitieran leerlo en su forma original.
Quizá por eso, a la hora de diseñar el mensaje a los extraterrestres que llevaría la sonda Voyager II de 1977, Carl Sagan tuvo la brillante idea de incluir el dispositivo de lectura. Una medida muy sabia, porque treinta años más tarde aquí en la Tierra ya era difícil conseguir algo parecido, al ritmo que avanza la tecnología.
Basta pensar en que toda la información que hace 5 mil años un rey sumerio mandó grabar en tabletas de arcilla hoy podría ser leída con una tableta llena de hardware miniaturizado. Pero el riesgo que se corre ahora es que se torne ilegible en pocos años y que la arcilla sobreviva una vez más.
DURABILIDAD
La invención del lenguaje simbólico, que es la clave de toda la cultura, se tradujo necesariamente en el desarrollo de la escritura, que requería de algún soporte físico durable.
El primer soporte fue la piedra. Gracias a ella, el nombre de los reyes sobrevivió a los propios reyes y hasta al recuerdo de las hazañas o las calamidades que protagonizaron. La piedra era el soporte más duradero, pero el menos manipulable. Luego se recurrió al barro cocido, los metales, la cerámica o la seda. Conocemos los mitos egipcios gracias al papiro y los sermones de Buda porque fueron escritos sobre hojas de palma.
El papiro egipcio, hecho con varias capas de tejido vegetal, permitía conservar y transportar información escrita en una superficie extensa; además, al enrollarse, ocupaba poco espacio en los estantes.
Esto era más que suficiente para las necesidades de la casta sacerdotal egipcia. Pero la gran expansión de la ciencia en la época alejandrina aumentó la demanda. Cuando Egipto cerró la exportación de papiro, en la ciudad de Pérgamo se comenzaron a usar pieles de animales (cordero, vaca, asno), que desde entonces se conocieron como pergaminos.
El pergamino se usaba en rollos (volúmenes), pero también en tomos, con hojas cortadas a la manera de un libro de hoy. También tenía otra ventaja: en él se podía escribir de ambos lados y borrar un texto para escribir otro encima, para delicia de los arqueólogos de hoy.
El uso del papel, que los árabes trajeron de China, se extendió durante la Edad Media, y tuvo su auge a partir del siglo XVII. El formato del libro actual (códice) se había impuesto cuando los predicadores cristianos encontraron que era más fácil de transportar y manipular que el rollo. La conjunción del papel, la imprenta y el libro fue el sustrato de toda la Modernidad.
El siglo XX presenció una nueva explosión, cuando lo digital comenzó a reemplazar a lo analógico, desde las fichas perforadas de Jacquard y Hollerith hasta la cinta magnética de IBM. Muchas expectativas fueron depositadas en el microfilm, que entonces se presentaba como el soporte del futuro. Al mismo tiempo, la fotocopia multiplicaba versiones bastante volátiles de los textos: fueron la salvación de los estudiantes, pero no enriquecieron las bibliotecas.
Luego vinieron el disquete y el CD, que ofrecían cada vez una mayor capacidad de almacenamiento de datos, pero resultaron menos durables que el libro.
REDUNDANCIA
La destrucción de la Biblioteca de Alejandría fue una catástrofe para la tradición científica y para toda la cultura occidental, que tuvo que recomponerse trabajosamente a través de copias, varias veces retraducidas y adulteradas. Es costumbre culpar de todo ese desastre al califa Omar, pero hoy sabemos que se trató de un largo proceso en el cual intervinieron muchas manos, tanto por acción como por omisión.
Los centenares de miles de volúmenes que los Tolomeos habían reunido en Alejandría, mediante la compra o la copia de cuanto manuscrito caía bajo su alcance, no perecieron en un solo holocausto por orden de Omar. Hubo una larga serie de saqueos, robos, incendios y abandono que llevó siglos, y se agudizó a medida que descrecía la curiosidad y el mundo antiguo se hundía en un clima de magia supersticiosa. Los testimonios de los sucesivos viajeros dan cuenta del progresivo deterioro, que Omar vino a rematar con una frase tristemente célebre.
¿Por qué la Biblioteca era tan importante, aparte de haber pertenecido al Museo, la primera universidad de la que tengamos noticia? Es probable que fuera porque la mayoría de los textos que atesoraba eran únicos o contaban con unas pocas copias manuscritas, de esas que producían en sus talleres una multitud de escribas.
Alejandría no tenía redundancia, o tenía muy poca. Un manuscrito perdido era un agujero en el tejido del saber, a no ser que en alguna remota provincia quedara una copia aceptable.
La gran revolución que trajo la imprenta consistió en incrementar radicalmente la redundancia, de manera que por cada libro que se destruía, siempre era posible encontrar algún ejemplar en otra parte, y a la larga era posible recuperar el texto perdido.
La multiplicación llegó a su extremo con la aparición de Internet, donde casi todo puede “bajarse” desde los sitios más disímiles. Con cierta ingenuidad, tendemos a imaginar a Internet como una suerte de Mundo de las Ideas platónico, del cual se bajan o se suben “contenidos”, pero confiamos en que los textos durarán para siempre. Todos nos hemos tropezado con noticias del pasado que parecen eternizarse en alguna página web, y eso nos hace pensar que en la red nada se pierde. Sin embargo, las dificultades surgen cuando pretendemos ofrecer referencias que permitan corroborar dónde hemos obtenido la información. Cuando los libros eran de papel se citaba la edición y la página, y aunque nadie se tomara el trabajo de verificarlo, eso bastaba como prueba de veracidad. Hoy algunos se las ingenian para citar, por ejemplo, “www.montoto.edu, consultada el día 14-07-11 a las 20.30″. El dato puede ser cierto y hasta aceptable para un jurado de tesis, pero es imposible verificarlo en otro momento, cuando la página se actualiza periódicamente. El hecho es que la red está siempre mutando: muchos sitios desaparecen, otros se transforman y la información que no emigra, se pierde.
Si no confiamos demasiado en la eternidad de la red, la alternativa es conservar los datos en un soporte externo. Pero cualquier usuario que lleve algo más de diez años tratando con computadoras ha vivido la evolución de la tecnología, que hacía obsoletos los sistemas bastante antes de que el hardware comenzara a fallar.
Si alguien aún conserva información en disquetes de 3,5 o 5 1/4 tendrá grandes dificultades para recuperarla, a menos que recurra a alguna secta de nostálgicos al estilo de los ferromodelistas o los cultores del disco de vinilo.
Estamos tan acostumbrados a ciertos programas de escritura y de cálculo que no reparamos en que se trata de productos comerciales, que en cualquier momento pueden salir del mercado. Así como nadie se acuerda del WordStar, que fue el programa de escritura líder de los años ‘80, los formatos habituales como “doc”, “JPEG” o “MP3″ pueden desaparecer junto con el programa que permite leerlos.
Paradójicamente, los soportes electrónicos tienen una esperanza de vida sensiblemente inferior al papel de buena calidad. El CD Rom, el DVD o el Blu-ray sufren la degradación de su capa fotosensible, lo cual hace que duren a lo sumo entre cinco y diez años. Aunque el disco holográfico, la nueva promesa, aspira a tener una vida útil de medio siglo.
Nuestros sistemas permiten acopiar enormes cantidades de información tanto irrelevante como valiosa, con un grado de redundancia jamás visto. De hecho, somos capaces de encerrar muchas Alejandrías en un pequeño disco.
La vida de una pirámide es de 5 mil años y una catedral dura unos mil, pero nuestros rascacielos apenas aspiran a durar cien años, con un buen mantenimiento. Tenemos una cultura de lo efímero, donde el largo plazo importa cada vez menos, y toda nuestra confianza reposa en la extrema redundancia de aquello que guardamos. Pero corremos el riesgo de conservar infinitos registros de cámaras de seguridad y perder la única copia de algún libro que pudo cambiar el mundo.
(Ver fuente original)
El e-book
La letra “e” seguida de un guión suele indicar que estamos ante algo ya conocido pero en versión electrónica, por eso “e-book” se traduce como libro electrónico. En tanto que cuando está en papel alcanza con decir “libro” para referirse tanto al contenido como al soporte, en el caso del e-book es necesario diferenciar el texto digitalizado del dispositivo para leerlo. Los primeros textos electrónicos nacieron en realidad junto con la era digital, en tanto que los primeros dispositivos de lectura específicos para ese tipo de textos son de 1998, aunque recién en la década siguiente consiguieron cierta masividad.
Es más, desde principios del milenio el mercado recibe distintas versiones de dispositivos de lectura que cambian casi a la velocidad de los celulares. Cabe aclarar que no son lo mismo que las “tablas” o “pads”, por ejemplo, por varias razones: la más evidente es que los e-books, si bien tienen a veces otras funciones (incluso navegadores), están pensados sólo para leer y no sirven prácticamente para otra cosa. Además, a diferencia de las tablas mencionadas, la pantalla no cuenta con luz propia: es decir, que no sirven en la oscuridad. La ventaja de esta carencia es que no cansa la vista y que se parece más a los libros clásicos.
Pero probablemente lo más interesante de los libros electrónicos es que se sacan de encima el problema de la materialidad y permiten al lector gozar de las maravillas de la virtualidad. Es decir que se pueden aprovechar los libros casi infinitos disponibles en la red de redes, el hipertexto, se puede prestar libros sin perderlos… Y el impacto que tendría una utilización masiva de este sistema es enorme, sobre todo por el ahorro que permite que los libros circulen por fibra óptica en lugar de depender de que se talen árboles para hacer papel, se transporten hasta las librerías y, para peor, se impriman miles de ejemplares que nunca se hojearán. Liberada de su lastre material, la información circula más rápido, más barato y en cantidades. De alguna manera parecería que el e-book está condenado al éxito…
Nostalgia del libro
En una nota reciente de Pablo Capanna en este suplemento (”Escribir en el aire”, 5/11/11) se explicaba cómo numerosos soportes para transportar información se volvían obsoletos tan rápido que a veces resulta imposible recuperar la información que había en ellos, como ya ocurre con los disquettes de 5 1/4, las cintas magnéticas, etcétera. Mientras tanto, libros de más de dos mil años de antigüedad siguen listos para ser leídos (si se llega a ellos, claro). Digamos que la propia velocidad con la que evoluciona la tecnología atenta contra la supervivencia de ciertos contenidos. ¿Qué pasará en 20 años con las novelas que hoy sólo tienen existencia digital? La tendencia parecería ser a que desaparezcan, a menos que se logre rescatar alguna copia de un servidor perdido. Es que los nuevos sistemas se basan en la redundancia, la copia ilimitada de la información, pero esto se combina, como se dijo, con lo efímero de los soportes. Frente a esto se podría sostener que los escritos que valen la pena sobrevivirán porque mientras alguien se interese por ellos, quedará alguna copia.
Otro argumento es mucho más subjetivo y difícil de sostener frente a quienes no lo comparten: el placer que provoca el libro al tacto, el olfato y la vista es inigualable. El fenómeno es conocido: los fetichistas del CD los compran por millones pese a que pueden descargar su música por Internet. Es decir que el libro podría volverse un objeto de culto similar para algunas piezas elegidas, pero no un objeto eminentemente funcional para transportar información.
Matar o morir
Mientras tanto las grandes empresas pelean porque su lector de libros electrónicos sea el que gane en los primeros metros de la carrera con la promesa de disfrutar por el resto de la eternidad… que cada vez dura menos. Los distintos dispositivos manejan formatos específicos en un intento de las compañías de secuestrar a su clientela, algo que parece tan egoísta como anticuado. El fenómeno se llama e-babel, porque cada uno lee un formato distinto, por ejemplo el .azw de Amazon o el .lit de Microsoft, entre muchos otros. Estos formatos son propietarios, es decir que hay que pagar una licencia a las empresas para usarlo. Es por eso que, como viene ocurriendo en el mundo de los celulares, la tendencia es que triunfen sistemas libres (como el .epub para los libros digitales) que cualquiera puede usar sin pagar nada y por lo tanto todos los dispositivos tendrán que leerlos o perecer.
Como se decía al comienzo, los e-books (los textos, no los dispositivos que permiten leerlos) comienzan a venderse más que los libros físicos, pero esto no impide que la venta de estos últimos siga creciendo: parece haber lugar para todos. Si bien las perspectivas de que los dispositivos de lectura para e-books sean el soporte elegido para transportar la mayor parte del brutal aumento de la información que circula (si no son desplazados por las tabletas u otra novedad, claro), sería presuntuoso anunciar, una vez más, la muerte del libro, probablemente el más simple y duradero de la historia de la humanidad.
Escribir en el aire (Por Pablo Capanna)
A pesar de pertenecer a una generación que compraba y leía libros, nunca me dio por ser bibliófilo ni coleccionista. Esas actividades requieren algo de dinero y una debilidad por los aspectos físicos del libro, que en algunos casos hasta puede derivar en cierto desprecio por su contenido. En mi caso, siempre ocurrió lo contrario. La única vez que pasé por una editorial especializada en textos escolares me enteré de que había sido rotulado como “productor de contenidos”. Nunca me enteré de qué nombre recibían quienes se ocupaban de los “envases”, pero me dieron a entender que su tarea era mucho más importante que cualquier “contenido”, para hacer que el producto fuera más atractivo.
Sin desmerecer todo eso que hace más agradable la lectura, desde la tipografía hasta la encuadernación, siempre consideré que los libros valían ante todo por las ideas o los sentimientos que eran capaces de transmitir, aunque estuvieran impresos en papel de diario.
Con todo, y sin habérmelo propuesto, el hecho de haber vivido mucho y siempre con poca plata para comprar buenas ediciones, me llevó a frecuentar las librerías de viejo. De ese modo, y sin proponérmelo, llegué a tener en mi biblioteca algunos ejemplares que tienen casi un siglo de vida.
El más viejo es un Rousseau en italiano que ha cumplido más de cien años. También tengo un Wells, un Pascal y algunos otros que ya son más que nonagenarios. Todos están muy legibles, y se diría que han resistido heroicamente el paso del tiempo. En cambio, en los últimos tiempos he tenido que deshacerme de libros que tenían apenas treinta años, a medida que sus hojas se iban oscureciendo y resquebrajando.
Estas diferencias dependen de la tecnología que en cada caso se utilizó para fabricar el papel. Desde que los chinos lo inventaron, hasta mediados del siglo XIX el papel se hacía exclusivamente reciclando trapos, pero en un momento se comenzó a producir con pulpa de papel y crecientes dosis de ácido clorhídrico, que lo hacían perecedero a plazo fijo. Aunque las pasteras juren que no contaminan el río, el papel pulp nace contaminado y tiene una breve expectativa de vida. Hasta se diría que en las últimas décadas ésta se ha acortado.
Si alguien se propusiera darnos una respuesta optimista a esta cuestión, podría hablar del fin del papel como soporte de la escritura. Seguramente alabaría la llegada de la era digital, que permitirá almacenar definitivamente la información en soportes duraderos: Digital is forever! Pero, ¿estamos seguros de que podrá almacenarla definitivamente, en un material más duradero que el papel?
DE LA ARCILLA AL SILICIO
Hace unos mil años, el rey Guillermo, dispuesto a consolidar la conquista normanda de Inglaterra, mandó hacer un censo de todas las propiedades sujetas a impuestos. Cuando la completó, la DGI normanda le puso por título El Libro del Juicio Final (Doomsday Book), quizá para amedrentar a los eventuales evasores.
En 1986, al cumplirse novecientos años del Doomsday Book, la BBC se propuso reeditar aquel emprendimiento cuando auspició un proyecto en el cual participaron cerca de un millón de colaboradores. Para la ocasión, emplearon los recursos más avanzados, como fotos digitales, videos y mapas interactivos.
Pasaron veinte años más, y el libro que mandó hacer Guillermo el Conquistador en pergamino aún puede ser consultado por los historiadores, pero quedan muy pocas PC de las que se usaban en 1986. Para ser legible, el censo más reciente tuvo que ser transferido a un nuevo formato, y probablemente habrá que seguir convirtiéndolo cada tanto, porque no existe ningún formato definitivo, y los programas de lectura también evolucionan.
Con el censo que en 1960 el gobierno de los Estados Unidos había mandado grabar en cinta magnética ocurrió algo parecido: para 1975 ya no había sistemas que permitieran leerlo en su forma original.
Quizá por eso, a la hora de diseñar el mensaje a los extraterrestres que llevaría la sonda Voyager II de 1977, Carl Sagan tuvo la brillante idea de incluir el dispositivo de lectura. Una medida muy sabia, porque treinta años más tarde aquí en la Tierra ya era difícil conseguir algo parecido, al ritmo que avanza la tecnología.
Basta pensar en que toda la información que hace 5 mil años un rey sumerio mandó grabar en tabletas de arcilla hoy podría ser leída con una tableta llena de hardware miniaturizado. Pero el riesgo que se corre ahora es que se torne ilegible en pocos años y que la arcilla sobreviva una vez más.
DURABILIDAD
La invención del lenguaje simbólico, que es la clave de toda la cultura, se tradujo necesariamente en el desarrollo de la escritura, que requería de algún soporte físico durable.
El primer soporte fue la piedra. Gracias a ella, el nombre de los reyes sobrevivió a los propios reyes y hasta al recuerdo de las hazañas o las calamidades que protagonizaron. La piedra era el soporte más duradero, pero el menos manipulable. Luego se recurrió al barro cocido, los metales, la cerámica o la seda. Conocemos los mitos egipcios gracias al papiro y los sermones de Buda porque fueron escritos sobre hojas de palma.
El papiro egipcio, hecho con varias capas de tejido vegetal, permitía conservar y transportar información escrita en una superficie extensa; además, al enrollarse, ocupaba poco espacio en los estantes.
Esto era más que suficiente para las necesidades de la casta sacerdotal egipcia. Pero la gran expansión de la ciencia en la época alejandrina aumentó la demanda. Cuando Egipto cerró la exportación de papiro, en la ciudad de Pérgamo se comenzaron a usar pieles de animales (cordero, vaca, asno), que desde entonces se conocieron como pergaminos.
El pergamino se usaba en rollos (volúmenes), pero también en tomos, con hojas cortadas a la manera de un libro de hoy. También tenía otra ventaja: en él se podía escribir de ambos lados y borrar un texto para escribir otro encima, para delicia de los arqueólogos de hoy.
El uso del papel, que los árabes trajeron de China, se extendió durante la Edad Media, y tuvo su auge a partir del siglo XVII. El formato del libro actual (códice) se había impuesto cuando los predicadores cristianos encontraron que era más fácil de transportar y manipular que el rollo. La conjunción del papel, la imprenta y el libro fue el sustrato de toda la Modernidad.
El siglo XX presenció una nueva explosión, cuando lo digital comenzó a reemplazar a lo analógico, desde las fichas perforadas de Jacquard y Hollerith hasta la cinta magnética de IBM. Muchas expectativas fueron depositadas en el microfilm, que entonces se presentaba como el soporte del futuro. Al mismo tiempo, la fotocopia multiplicaba versiones bastante volátiles de los textos: fueron la salvación de los estudiantes, pero no enriquecieron las bibliotecas.
Luego vinieron el disquete y el CD, que ofrecían cada vez una mayor capacidad de almacenamiento de datos, pero resultaron menos durables que el libro.
REDUNDANCIA
La destrucción de la Biblioteca de Alejandría fue una catástrofe para la tradición científica y para toda la cultura occidental, que tuvo que recomponerse trabajosamente a través de copias, varias veces retraducidas y adulteradas. Es costumbre culpar de todo ese desastre al califa Omar, pero hoy sabemos que se trató de un largo proceso en el cual intervinieron muchas manos, tanto por acción como por omisión.
Los centenares de miles de volúmenes que los Tolomeos habían reunido en Alejandría, mediante la compra o la copia de cuanto manuscrito caía bajo su alcance, no perecieron en un solo holocausto por orden de Omar. Hubo una larga serie de saqueos, robos, incendios y abandono que llevó siglos, y se agudizó a medida que descrecía la curiosidad y el mundo antiguo se hundía en un clima de magia supersticiosa. Los testimonios de los sucesivos viajeros dan cuenta del progresivo deterioro, que Omar vino a rematar con una frase tristemente célebre.
¿Por qué la Biblioteca era tan importante, aparte de haber pertenecido al Museo, la primera universidad de la que tengamos noticia? Es probable que fuera porque la mayoría de los textos que atesoraba eran únicos o contaban con unas pocas copias manuscritas, de esas que producían en sus talleres una multitud de escribas.
Alejandría no tenía redundancia, o tenía muy poca. Un manuscrito perdido era un agujero en el tejido del saber, a no ser que en alguna remota provincia quedara una copia aceptable.
La gran revolución que trajo la imprenta consistió en incrementar radicalmente la redundancia, de manera que por cada libro que se destruía, siempre era posible encontrar algún ejemplar en otra parte, y a la larga era posible recuperar el texto perdido.
La multiplicación llegó a su extremo con la aparición de Internet, donde casi todo puede “bajarse” desde los sitios más disímiles. Con cierta ingenuidad, tendemos a imaginar a Internet como una suerte de Mundo de las Ideas platónico, del cual se bajan o se suben “contenidos”, pero confiamos en que los textos durarán para siempre. Todos nos hemos tropezado con noticias del pasado que parecen eternizarse en alguna página web, y eso nos hace pensar que en la red nada se pierde. Sin embargo, las dificultades surgen cuando pretendemos ofrecer referencias que permitan corroborar dónde hemos obtenido la información. Cuando los libros eran de papel se citaba la edición y la página, y aunque nadie se tomara el trabajo de verificarlo, eso bastaba como prueba de veracidad. Hoy algunos se las ingenian para citar, por ejemplo, “www.montoto.edu, consultada el día 14-07-11 a las 20.30″. El dato puede ser cierto y hasta aceptable para un jurado de tesis, pero es imposible verificarlo en otro momento, cuando la página se actualiza periódicamente. El hecho es que la red está siempre mutando: muchos sitios desaparecen, otros se transforman y la información que no emigra, se pierde.
Si no confiamos demasiado en la eternidad de la red, la alternativa es conservar los datos en un soporte externo. Pero cualquier usuario que lleve algo más de diez años tratando con computadoras ha vivido la evolución de la tecnología, que hacía obsoletos los sistemas bastante antes de que el hardware comenzara a fallar.
Si alguien aún conserva información en disquetes de 3,5 o 5 1/4 tendrá grandes dificultades para recuperarla, a menos que recurra a alguna secta de nostálgicos al estilo de los ferromodelistas o los cultores del disco de vinilo.
Estamos tan acostumbrados a ciertos programas de escritura y de cálculo que no reparamos en que se trata de productos comerciales, que en cualquier momento pueden salir del mercado. Así como nadie se acuerda del WordStar, que fue el programa de escritura líder de los años ‘80, los formatos habituales como “doc”, “JPEG” o “MP3″ pueden desaparecer junto con el programa que permite leerlos.
Paradójicamente, los soportes electrónicos tienen una esperanza de vida sensiblemente inferior al papel de buena calidad. El CD Rom, el DVD o el Blu-ray sufren la degradación de su capa fotosensible, lo cual hace que duren a lo sumo entre cinco y diez años. Aunque el disco holográfico, la nueva promesa, aspira a tener una vida útil de medio siglo.
Nuestros sistemas permiten acopiar enormes cantidades de información tanto irrelevante como valiosa, con un grado de redundancia jamás visto. De hecho, somos capaces de encerrar muchas Alejandrías en un pequeño disco.
La vida de una pirámide es de 5 mil años y una catedral dura unos mil, pero nuestros rascacielos apenas aspiran a durar cien años, con un buen mantenimiento. Tenemos una cultura de lo efímero, donde el largo plazo importa cada vez menos, y toda nuestra confianza reposa en la extrema redundancia de aquello que guardamos. Pero corremos el riesgo de conservar infinitos registros de cámaras de seguridad y perder la única copia de algún libro que pudo cambiar el mundo.
(Ver fuente original)
10 feb 2012
Perú: Comprar útiles a informales puede costar 60% más caro
Tres años me tomó darme cuenta de que la mayoría de pequeños comerciantes informales de los alrededores del Mercado Central y Mesa Redonda cobraba más caro por los útiles escolares que las librerías y mayoristas que tenía Lima entre 1995 y 1997. Fueron los precios de un lápiz y un rollo de vinifán los que me hicieron sospechar que muchos de ellos vendían los útiles a veces al doble que sus competidores formales. Además, que las ofertas que lanzaban a viva voz –docena de cuadernos y lapiceros a mitad de precio– eran un señuelo para atraer a clientes ávidos de ofertas y no una constante de rebaja para todos sus productos.
Compare aquí los precios de útiles escolares en diferentes establecimientos.
Quince años después, los informales siguen usando la misma estrategia. Una docena de cuadernos de la mejor marca –cocidos, plastificados y con la figura de moda– a mitad de precio, “pero con la condición de que compre toda su lista de útiles”. No les importa perder hasta S/.35 en esa venta, pues saben que los recuperarán –y finalmente ganarán más– con la venta de los otros productos.
En efecto, comprar los útiles escolares en estos locales podría costar hasta un 60% más que hacerlo en establecimientos mayoristas, en supermercados o, incluso, en las cadenas de librerías que están ahora en toda la ciudad (ver infografía con precios referenciales).
Para el presidente de la Confederación de Asociaciones de Padres de Familia, José Ramos Rojas, las Apafas de cada colegio deberían organizarse para hacer las compras de útiles al por mayor y, de esa manera, lograr un ahorro de hasta 40%. “Y no solo en los útiles escolares, sino también en los libros”, enfatizó.
CADENA INEFICIENTE
Para el economista Javier Zúñiga, los comerciantes minoristas informales establecen un mayor margen de ganancia en los precios de los útiles sin pagar en muchos casos sus impuestos y sin que su estructura de costos sea excesivamente mayor que la de supermercados o mayoristas.
En cambio, para el consultor y docente de Centrum Católica Alejandro Indacochea, la razón del sobreprecio está en los costos adicionales de transacción de los pequeños comerciantes. Explicó que ellos hacen sus compras por docenas en las librerías mayoristas que están en el Centro de Lima y no pueden acceder –por su reducido volumen de compras– a productores, importadores o distribuidores como sí lo hacen los supermercados y cadenas de librería, que compran en grandes cantidades y, por ello, pueden ofrecer mejores precios.
Además, los pequeños comerciantes tienen más limitaciones de personal para atender a sus clientes, pues destinan a un vendedor por comprador. En cambio, en los supermercados o mayoristas el sistema de atención es autoservicio, por lo que hay más clientes que personal, lo que reduce los costos.
PRECIO Y CALIDAD
De manera coincidente, el presidente de la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso, Jaime Delgado, explicó que los supermercados y mayoristas tienen la posibilidad de vender a menores precios porque compran en grandes volúmenes.
Sin embargo, advirtió que las familias también deberían preocuparse por la calidad de los útiles, pues había muchos productos con contenidos metálicos nocivos. Señaló que el hecho de que no paguen impuestos los informales puede resultar engañoso para el consumidor, quien por esa razón, en algunos casos, llega a creer que va a encontrar mejores precios.
Asimismo, recomendó a los padres comparar precios y calidades para obtener el mejor producto. “Los precios son libres, no pueden ser fiscalizados. Las familias deben aprender a comparar”, aseguró, mientras recordaba que mi madre me había dado esa lección con su propio ejemplo: no comprar sin antes haber consultado varios precios.
Publicado en El Comercio, 11 Feb 2012.
(Ver fuente original)
Compare aquí los precios de útiles escolares en diferentes establecimientos.
Quince años después, los informales siguen usando la misma estrategia. Una docena de cuadernos de la mejor marca –cocidos, plastificados y con la figura de moda– a mitad de precio, “pero con la condición de que compre toda su lista de útiles”. No les importa perder hasta S/.35 en esa venta, pues saben que los recuperarán –y finalmente ganarán más– con la venta de los otros productos.
En efecto, comprar los útiles escolares en estos locales podría costar hasta un 60% más que hacerlo en establecimientos mayoristas, en supermercados o, incluso, en las cadenas de librerías que están ahora en toda la ciudad (ver infografía con precios referenciales).
Para el presidente de la Confederación de Asociaciones de Padres de Familia, José Ramos Rojas, las Apafas de cada colegio deberían organizarse para hacer las compras de útiles al por mayor y, de esa manera, lograr un ahorro de hasta 40%. “Y no solo en los útiles escolares, sino también en los libros”, enfatizó.
CADENA INEFICIENTE
Para el economista Javier Zúñiga, los comerciantes minoristas informales establecen un mayor margen de ganancia en los precios de los útiles sin pagar en muchos casos sus impuestos y sin que su estructura de costos sea excesivamente mayor que la de supermercados o mayoristas.
En cambio, para el consultor y docente de Centrum Católica Alejandro Indacochea, la razón del sobreprecio está en los costos adicionales de transacción de los pequeños comerciantes. Explicó que ellos hacen sus compras por docenas en las librerías mayoristas que están en el Centro de Lima y no pueden acceder –por su reducido volumen de compras– a productores, importadores o distribuidores como sí lo hacen los supermercados y cadenas de librería, que compran en grandes cantidades y, por ello, pueden ofrecer mejores precios.
Además, los pequeños comerciantes tienen más limitaciones de personal para atender a sus clientes, pues destinan a un vendedor por comprador. En cambio, en los supermercados o mayoristas el sistema de atención es autoservicio, por lo que hay más clientes que personal, lo que reduce los costos.
PRECIO Y CALIDAD
De manera coincidente, el presidente de la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso, Jaime Delgado, explicó que los supermercados y mayoristas tienen la posibilidad de vender a menores precios porque compran en grandes volúmenes.
Sin embargo, advirtió que las familias también deberían preocuparse por la calidad de los útiles, pues había muchos productos con contenidos metálicos nocivos. Señaló que el hecho de que no paguen impuestos los informales puede resultar engañoso para el consumidor, quien por esa razón, en algunos casos, llega a creer que va a encontrar mejores precios.
Asimismo, recomendó a los padres comparar precios y calidades para obtener el mejor producto. “Los precios son libres, no pueden ser fiscalizados. Las familias deben aprender a comparar”, aseguró, mientras recordaba que mi madre me había dado esa lección con su propio ejemplo: no comprar sin antes haber consultado varios precios.
Publicado en El Comercio, 11 Feb 2012.
(Ver fuente original)
7 feb 2012
Perú: Créditos para campaña escolar ascenderían a S/. 328 millones
El inicio de las clases escolares constituye también una oportunidad de negocio para muchos microempresarios, que pueden ofrecer productos muy variados.
Para ellos la campaña escolar empezó hace unas semanas, con la solicitud de créditos que viabilizará sus planes de negocio.
La Asociación de Instituciones de Microfinanzas del Perú (Asomif Perú) estimó que las entidades microfinancieras colocarán préstamos por S/. 328 millones en la presente campaña escolar, lo que significa un incremento de 21% respecto a la del año pasado.
En las regiones del interior del país se registraría un dinamismo importante, proyectó Fernando Valencia-Dongo, presidente de Asomif Perú.
El gerente de ventas dirigidas del Financiera CrediScotia, Héctor Nalda, también se mostró optimista y opinó que la campaña ha empezado con buen pié para las microfinancieras.
Tasas
Las tasas de interés de estos préstamos están alrededor de 30% anual en soles, reveló Nalda.
Esto equivale a tasas mensuales de 2.5% o 3%, que son largamente superadas por las ganancias que pueden obtener los microempresarios en solo dos meses (de entre 50% y 60%), destacó.
También indicó que para empresas que tienen un negocio permanente (no solo por campaña) y que poseen más activos, la tasa anual puede reducirse hasta en 6 puntos porcentuales.
Explicó, en el canal por Internet Emprendedores TV, que los microempresarios suelen pedir sus créditos uno o dos meses antes de poner en marcha sus negocios. “La gran mayoría de empresarios que entran en la campaña escolar tiene otros negocios el resto del año”, detalló. Asimismo los préstamos otorgados son de muy corto plazo.
Cifras
Para ellos la campaña escolar empezó hace unas semanas, con la solicitud de créditos que viabilizará sus planes de negocio.
La Asociación de Instituciones de Microfinanzas del Perú (Asomif Perú) estimó que las entidades microfinancieras colocarán préstamos por S/. 328 millones en la presente campaña escolar, lo que significa un incremento de 21% respecto a la del año pasado.
En las regiones del interior del país se registraría un dinamismo importante, proyectó Fernando Valencia-Dongo, presidente de Asomif Perú.
El gerente de ventas dirigidas del Financiera CrediScotia, Héctor Nalda, también se mostró optimista y opinó que la campaña ha empezado con buen pié para las microfinancieras.
Tasas
Las tasas de interés de estos préstamos están alrededor de 30% anual en soles, reveló Nalda.
Esto equivale a tasas mensuales de 2.5% o 3%, que son largamente superadas por las ganancias que pueden obtener los microempresarios en solo dos meses (de entre 50% y 60%), destacó.
También indicó que para empresas que tienen un negocio permanente (no solo por campaña) y que poseen más activos, la tasa anual puede reducirse hasta en 6 puntos porcentuales.
Explicó, en el canal por Internet Emprendedores TV, que los microempresarios suelen pedir sus créditos uno o dos meses antes de poner en marcha sus negocios. “La gran mayoría de empresarios que entran en la campaña escolar tiene otros negocios el resto del año”, detalló. Asimismo los préstamos otorgados son de muy corto plazo.
Cifras
- 6,800 de soles sería el crédito promedio solicitado por los microempresarios para la campaña escolar, estimó Asomif Perú.
- 60% de colocaciones de microfinancieras se otorgan al sector comercio, el más flexible en tiempos de crisis externa, dijo CrediScotia.